Muchas veces me pregunto, ¿Cómo es posible que el placer se haya ido de nuestras vidas?
Sencillo. Vivimos en una sociedad sumergida cada vez más en la cultura de la tecnología y la conectividad, prácticamente es imposible concebir nuestras vidas sin recibir los likes de las redes sociales o nos sentimos fuera de tono si no vemos los maratones de series de los que se habla en la web y de los que hasta se hacen memes.
Nos mantenemos cautivos sin saberlo y las grandes empresas de negocios pagan grandes cantidades de dinero para que estemos ahí, conectados y dando likes, permitiendo al algoritmo conocernos más que nosotros mismos.
Vamos de una página a otra dando clics, seducidos por la búsqueda constante de “algo” que no sabemos bien qué es, y que nos deja además poca capacidad de digerir lo que nos llega.
Nos mantenemos desconectados de nuestras necesidades reales y buscamos soluciones inmediatas, que sólo alimentan la necesidad de buscar más y más sin ningún tipo de sustento y esto hace que nos perdamos la oportunidad de sentirnos mal, incómodos o verdaderamente necesitados, información real que necesita el cerebro para registrar, procesar y luego arreglar.
El placer es hedonismo y la falta de éste es la anhedonia y ésta acompañada de la ansiedad, perturban la capacidad de nuestro cerebro y no le es posible leer las señales de dolor o placer y entonces no solo nos volvemos incapaces de experimentar placer, sino que nos metemos a un ciclo de padecimientos físicos y psicológicos, y entonces creemos que el placer está completamente fuera de nuestro alcance.
Con la comida, podemos comer y comer y nunca sentir saciedad, con el sexo, se puede experimentar un orgasmo pero nunca sentir satisfacción real. El verdadero placer (ya sea sexual o de otro tipo) se ha vuelto difícil de encontrar y esto repercute en nuestra capacidad de ser felices.
Es un círculo vicioso, pues la incapacidad de conseguir placer drena nuestro entusiasmo por la vida, la ansiedad y la depresión nos roban las ganas y la ilusión para perseguir el placer y así estás emociones negativas se van alimentando unas de otras.
Y así nos quedamos en un encierro emocional y físico incapaces de dejarnos llevar por el placer de liberar alegría, excitación, curiosidad o aventura y esta es la razón por la que es tan difícil salir del ciclo de la anhedonia o falta de placer, por esta interacción tan compleja entre el cerebro y el cuerpo.
Pero una vez que somos conscientes y nos damos cuenta de lo que sucede, podemos entonces movilizarnos y reactivarnos para regular nuestras emociones. El cambio puede ser tan simple como decir “Iré a reunirme con mis amigas a tomar café, esto me hará sentir mejor”, así podremos poco a poco ir restaurando nuestro sistema de placer ya sea sexual o de otro tipo.
Pero eso sí, si por más esfuerzos que hagas, por más que intentas romper el circulo vicioso, no lo logras, por favor, consulta a un especialista. No te abandones.
Aduéñate de tu placer.
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